“Esto es una comedia seria”, dice al inicio de Ser o no ser el director de la obra
teatral que están preparando los protagonistas. Toda una declaración de
intenciones que Ernst Lubitsch pone en boca de uno de sus personajes para
dejarle claro al público que el nazismo y la guerra son cosas muy serias, pero
es necesario hacer burla de ellas para demostrar que estamos por encima de la
barbarie. Y esto, la sátira, es lo que el director alemán propone en su trabajo
más reconocido, una película compuesta por varias capas que la convierten en
una suerte de muñeca rusa en lo que resulta ser una obra dentro de la obra.
En lo que se aprecia como un contraste entre la
transparencia de su narrativa formal (perteneciente al Hollywood clásico) y la
complejidad de su propuesta temática, Lubitsch crea varios estratos que se
incluyen unos a otros y van de lo particular a lo general. En un primer término
nos encontramos con la relación de la pareja protagonista, una primera obra
dentro de la obra, en la que el matrimonio de Joseph Tura (Jack Benny) y Maria
Tura (Carole Lombard) actúan más en su vida sentimental que sobre el escenario,
fingiendo que su amor es más grande que sus egos, y, en el caso de ella, fingiendo además lealtad en su matrimonio
mientras coquetea con el joven teniente Stanislav Sobinski, a quien Joseph Tura
señalará inconsciente pero muy acertadamente al mirarle mientras recita “he
aquí el problema” durante su actuación en Hamlet. Pero si observamos bien
advertiremos que esta subtrama se encuentra envuelta por una trama mayor con
acento alemán y bigotes cuadrados. Aquí se establece la ridiculización del
monstruo (personificado en este caso por los miembros del partido nazi) y es
cuando se mezcla el teatro con lo real, la ficción aplicada a la realidad en
favor de la comedia en la construcción del paripé de los protagonistas para
evitar que los nazis obtengan información privilegiada. En este caso se
establece con el público una dualidad, ya que son espectadores de teatro y de
cine al mismo tiempo, se les equipara con Maria Tura en su papel de espía
doble, puesto que el espectador asiste a una puesta en escena también
doble, la de la propia película y la que
ponen en marcha los personajes.
Pero existe otra duplicidad en la película, y se aprecia ya
desde el título, que resulta toda una declaración de intenciones en lo que
respecta al fondo de este largometraje: Ser
o no ser. Porque en el filme, nadie es quien dice ser, es y no es al mismo
tiempo, parece o no parece; están en guerra, hay dos bandos, y tienen que posicionarse en
un lado u otro. Ya desde el inicio, y a través de un recorrido por los carteles
con diferentes nombres polacos, Lubitsch deja claro que la apariencia y la
etiqueta serán elementos indispensables en la película: se puede ser Joseph Tura, Hamlet o el coronel
Edhardt, dependiendo del cartel que cuelgue en ese momento. Y precisamente esa
inclinación de los personajes a ser quienes no son y demostrarlo a través de la
caracterización lo recogerá el discípulo aventajado y más famoso de Ernst
Lubitsch, otro alemán, Billy Wilder, en películas como Con faldas y a lo loco (1959) o Irma
la Dulce (1963).
Pero si hay una obra dentro de la que se desarrollan todas
las demás, esa es la II Guerra Mundial. Lubitsch trata la guerra como una pieza
teatral, con soldados dirigidos por un dramaturgo megalómano llamado Adolf
Hitler, y lo hace satirizándola, que es una de las maneras más inteligentes de
tratar una barbarie. La ridiculiza y humilla valiéndose del humor, una de las
herramientas más poderosas para transmitir el dolor, puesto que el dolor es uno
de los ingredientes principales de la comedia, y en el caso de Ser o no ser está presentado en grandes
cantidades. Aunque en este caso es el tiempo, el otro ingrediente cómico
estrella, el que se ha encargado de etiquetar este trabajo de Ernst Lubitsch
bajo el único cartel que no aparece físicamente en la película: el de obra
maestra.