martes, 19 de marzo de 2013

Holy Motors y el espectador como recipiente de belleza

Holy Motors, de Léos Carax, es un ejercicio de profundo amor al cine, en el que se invita al que lo ve a acariciar las imágenes en movimiento que nos narran la historia de un arte con la capacidad de dejar un poso permanente. En la generosidad de su concepto, en la película se define al espectador (un espectador espejo que se ve reflejado en la primera escena) como un contenedor de belleza, como el responsable último de la emoción provocada, el juez que determina el porcentaje y la calidad de encanto de aquello que se le muestra. Esto se resume de una manera muy acertada en una frase de la película:

La belleza. La belleza dicen que está en el ojo del espectador.

Porque no hay nada más bonito que implicar al espectador en un maravilloso arte, convirtiéndole también en arte en sí mismo.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Truco para microfelicidad: evocar la sal ambiental, las noches claras, el aire templado por la cercanía de los alientos y los farolillos enfocando cuerpos sonrientes y desprotegidos con capas ligeras que vuelan al son de movimientos de canciones soleadas que recuerdan a sal ambiental, noches claras y aire templado por la cercanía de los alientos.