sábado, 30 de julio de 2011

Al mar

Te conocí cuando la razón aún vagaba por los agujeros negros de la inocencia. Fue entonces cuando comencé a amarte.

Los años que siguieron a nuestro primer encuentro me brindaron la posibilidad de conocer todos tus entresijos, pero los paréntesis del despojo de todo lo inmaculado me alejó de tu vacía silueta.

Tiempo después, el cemento fresco de mis reconstrucciones me devolvió al cálido hogar que acoge tu esencia. Me recibiste como se reciben los primeros días de una estación anhelada.
Tímidamente fui tanteando tu interior, y tu calidez me fue envolviendo.
Acariciaste mi piel, dejando tus restos para poder recordarte en la ausencia de tu tacto. Balanceaste mi cuerpo mientras me susurrabas los años vacíos sin contener mi presencia, y yo cerré los ojos y me dejé llevar por tu baile.
Tras el intenso reencuentro, permití que la humedad que dejaste reposada en mis células melancólicas se filtrase por ellas, y, al evaporarse, los posos de tu aroma se quedaron a vivir en mis rincones. 








[el mar...]

viernes, 22 de julio de 2011

Pósese justo frente a la persona que se quiere amar. Mírela a los ojos, sonría delicadamente, no exagere. Haga lento el abrir y cerrar de ojos: baje lentamente los párpados, súbalos de igual forma. Así durante todo el procedimiento. Tome lentamente su cara y acérquela a la propia; inmediatamente verá la fusión de labios. Con suavidad, abra la boca y mezcle las lenguas, manteniendo las manos sobre la cara. Luego de algunos segundos sentirá una reacción química que liberará energía calórica, pero no se precipite, prosiga con las instrucciones. Tranquilamente aparte las manos de la cara del ser amado, deslizándolas suavemente por los hombros hacia abajo, hasta llegar a la espalda. Abrazar fuerte. Continúe con los procedimientos anteriores, verá que no experimentará ninguna dificultad para realizar estos pasos al mismo tiempo. Relaje las piernas y los brazos, sosténgase de pie sobre la persona que se quiere amar, verá que es el mejor soporte posible. Apague o disminuya la luz, el ambiente será más tranquilo. Aproxímese a una cama, preferentemente hecha sólo de sábanas. No se preocupe por las almohadas, sus propios torsos cumplirán esa función perfectamente. No se apresure, póngase, despacio, en posición horizontal, guíe al amado a ponerse en la misma posición, de manera que los dos queden acostados y de costado, mirándose una vez más. No deje nunca de abrazar. En silencio, recuéstese sobre el torso ajeno y déjese reposar un buen rato. La oscuridad le dará una sensación muy pacífica de la realidad y limitando la visión y el oído, podrá disfrutar de los sentidos que suelen dejarse relegados: el tacto, el olor, el gusto. Mantenga el abrazo, pero no se quede dormido, el sueño bien podrá experimentarse despierto. Admirar todo lo que guste, deleitarse con las más inocentes excusas, detener el tiempo mientras se ve a la persona amada hacer algo tan simple como hablar, fruncir el ceño o jugar infantil y tiernamente con un peluche. Agregue dulzura a gusto. Añada sonrisas, payasadas y bromas (las lágrimas no hacen mal si están medidas en proporción y están bien batidas con amor), regalos insignificantes como un beso en un momento inesperado o un papel escrito a las apuradas. Pueden ser valorados más que una joya.Consejo: las caricias y besos extras a lo largo de todo el procedimiento producirá un mejor efecto y mejor resultado. No olvide las miradasSecreto: Esta receta es especial para noches de lluvia; el sonido de las gotas rompiendo el silencio conforma una atmósfera imperdible.
Instrucciones para amar, Julio Cortázar.

lunes, 11 de julio de 2011

Microletras

La carcajada que soltó hizo vibrar las copas de fino cristal que tan cuidadosamente habían sido colocadas.
La audiencia allí congregada desvió su mirada hacia la muchacha, preguntándose todos con una simultaneidad casi ensayada si aquella estrepitosa risa había sido fruto de un chiste bien contado, o del nerviosismo que le producía aquel extraño que sostenía una pistola y se había colocado detrás de ella.

miércoles, 6 de julio de 2011

El lector como animal en peligro de extinción

(...) Sólo resta mencionar una predicción que mi Bombero Jefe, Beatty, hizo en 1953, en medio de mi libro. Se refería a la posibilidad de quemar libros sin cerillas ni fuego. Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe. Si el baloncesto y el fútbol inundan el mundo a través de la MTV, no se necesitan Beattys que prendan fuego al queroseno o persigan al lector. Si la enseñanza primaria se disuelve y desaparece a través de las grietas y de la ventilación de la clase, ¿quién, después de un tiempo, lo sabrá, o a quién le importará? (...) Pero el Bombero Jefe en la mitad de la novela lo explica todo, y predice los anuncios televisivos de un minuto, con tres imágenes por segundo, un bombardeo sin tregua. Escúchenlo, comprendan lo que quiere decir, y entonces vayan a sentarse con su hijo, abran un libro y vuelvan la página.


Ray Bradbury, a propósito de su libro Fahrenheit 451