martes, 14 de junio de 2011

Una pequeña reflexión sobre la comedia

El personaje de Alan Alda en "Delitos y faltas", de Woody Allen, decía que la comedia es igual a tragedia más tiempo. Esto es, la combinación de una desgracia que le ocurre a alguien con el tiempo o la distancia que como espectadores poseemos y nos da la seguridad de saber que no nos afecta.

La tragedia, lo que le sucede a un personaje, es una situación, y por tanto, cabe afirmar que la comedia no significa necesariamente diálogos graciosos, como mucha gente piensa, o como estamos acostumbrados a ver en series y películas calificadas de este género. En realidad, la comedia nace del sufrimiento del personaje (y si no, véase el tan manido gag del tartazo en la cara o del resbalón por cáscara de plátano).
El origen de la comedia lo encontramos en Buster Keaton y Chaplin, artesanos del gag y pertenecientes al cine mudo, lo que confirma lo prescindible de los diálogos. Bien es cierto que con Ernst Lubitsch o con Billy Wilder el diálogo de comedia cobra protagonismo, pero siempre se encuentra bajo el mando de la situación, pues fuera de ésta, las palabras no tendrían sentido como chiste independiente. La historia que se cuenta, lo que ocurre, es lo que propicia la carcajada del espectador, y lo que se dice está al servicio de la trama que acontece.
Con Jacques Tati y Blake Edwards la comedia del cine sonoro se acerca más que nunca a Chaplin o Keaton, donde realizan películas con escasez de diálogos (sobre todo en el caso de Tati) y la composición del humor consiste casi al cien por cien en gags visuales.
Bien es cierto que, por ejemplo, las comedias de Woody Allen tienen su punto fuerte en los diálogos, pero no hay que olvidar que Woody Allen comenzó siendo monologuista, por lo que es lógico que en su caso los chistes de texto cobren protagonismo, aunque en películas como "Toma el dinero y corre" añade un fuerte componente de situación.

Si se cae en el error de poner el acento en lo que se dice y no en lo que ocurre, la risa será efímera. Alfred Hitchcock distinguía entre el suspense y la sorpresa de esta manera:
Supóngase usted, que los espectadores han visto, antes de que usted y yo nos sentáramos, que un terrorista ha colocado una bomba debajo de esta mesa. Mientras nosotros hablamos tranquilamente de fútbol, ellos estarán solamente pensando cuándo explorará la bomba.
El suspense es la sensación que tiene el espectador de que está en posesión de una información que el actor desconoce, de que algo va a pasar y está esperando que pase.
La sorpresa se daría si el espectador desconociera la existencia de la bomba y ésta de repente explotara, pero es el suspense lo que mantiene en vilo al espectador con una historia.


En el caso de la comedia, la situación sería el equivalente al suspense, y el diálogo a la sorpresa. El interés en una película de este género no puede mantenerse únicamente con diálogos graciosos, es necesario algo que enganche al público, algo que le haga mantenerse sentado durante aproximadamente unos 120 minutos, y que además, sea atemporal, que es lo que realmente distingue una buena película de una mala: que aguante el paso del tiempo. Pues bien, comedias como "Ser o no ser", "Mi tío" o "El Guateque" siguen haciendo reír ahora a pesar de todos los años que han pasado.

No hay que olvidar que el cine es imagen en movimiento, y si obviamos este detalle conceptual dando una importancia de primer orden al diálogo, lo único que obtendremos será una foto que nos habla, pero que no nos cuenta.

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