lunes, 28 de marzo de 2011

A ver qué pasa

Encontrarse a horas intempestivas y volver tarde a casa.
A ver qué pasa.
Probar a responderte las miradas.
A ver qué pasa.
Dormir a pares con la vigilia interrumpiendo.
A ver qué pasa.
Agrandar tus detalles y construir una idea con ellos.
A ver qué pasa.
Dejarte entrar cuando las ganas nos puedan.
A ver qué pasa.
Interrumpir el invierno por tiempo indefinido.
A ver qué pasa.
Inventarse una confianza para creérsela.
A ver qué pasa.
Obviar la inseguridad y llevar la iniciativa.
A ver qué pasa.
Sincerarse con metáforas abiertas al público.
A ver qué pasa.
Dejarse llevar.
A ver qué pasa.
Olvidar que antes he vivido, y dar de nuevo el salto al vacío.


Probar a quererte. A ver qué pasa.

miércoles, 23 de marzo de 2011

La importancia de tener inquietudes culturales

- Con esto no quiero decir -dijo- que sólo los hombres cultos, los estudiosos, puedan hacer una aportación valiosa al mundo. No es así. Lo que sí afirmo es que si esos hombres cultos, esos estudiosos, son además brillantes y creativos, lo que desgraciadamente se da en muy pocos casos, dejan tras de sí un testimonio mucho más valioso que aquellos que son solamente brillantes y creativos. Tienden a expresarse con mayor claridad y, generalmente, a llevar con pasión su pensamiento hasta las últimas consecuencias.  Y, lo que es más importante, nueve de cada diez veces son más humildes que el hombre no cultivado.



"El guardián entre el centeno", J.D. Salinger.

martes, 8 de marzo de 2011

Y una noche impar de esas que últimamente ganan por mayoría, te da por recordar ese contacto horizontal que tenía el don de proporcionarte una seguridad ilimitada. Ese en el que el calor que emanaba su piel te susurraba que no te podía pasar nada, que todo estaba bien, que estabas a salvo.
Y con la sensación de protección ya interiorizada, los párpados se rendían a la gravedad y la conciencia te abandonaba en un viaje de ocho horas.

Lo recuerdas. Y el recuerdo te produce el efecto contrario de ese abrazo a oscuras, a pesar de que sea tan nítido que casi puedes sentirlo como a un miembro fantasma. Pero aunque hayas retenido en tu memoria esa sensación como si la hubieras vivido recientemente, descubres que la única diferencia reside en que al darte la vuelta para responder, la realidad te recibe adoptando la textura de tus sábanas.

martes, 1 de marzo de 2011

Rayuela

La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores.
En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo (...), lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar.
Y porque se ha salido de la infancia (...) se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato. (...) Una piedrita y la punta de un zapato, eso que la Maga había sabido tan bien y él mucho menos bien (...)


Julio Cortázar