martes, 4 de enero de 2011

Cinema italiano

Uno de los grandes misterios del siglo XX es el de la desaparición del cine italiano. Lo natural hubiera sido que Rossellini, De Sica, Lattuada, Visconti, Antonioni, Fellini, Pasolini, Monicelli, Risi, Lina Wertmüller y otra docena más, hubiesen creado escuela. Era lo que parecía apuntar en Marco Bellocchio o en el Bertolucci que llega hasta Novecento, y en no pocos más jóvenes, que se prometían ser la generación sustitutiva. Pero no. Bertolucci se convirtió en un director de consumo, capaz de hacer lo mismo que hacen los buenos artesanos de Hollywood, los cuales abundan. Vancini, tras su ruptura crítica con la izquierda, fue debilitándose y terminó una serie para la televisión: La Piovra. Scola también se ha ido desvaneciendo a partir de La famiglia, su última gran obra, de 1987. Los otros murieron. Dejaron un legado importante, una obra de la que hay que aprender y sin la cual el cine de hoy, en todo el mundo, sería imposible [...] Por ejemplo, Deconstructing Harry sería inconcebible sin Ocho y Medio. Probablemente no haya nada que lamentar, pues, debido a la discontinuidad del cine italiano, a menos que uno sea italiano y nacionalista, el cine, todo el cine, se continúa en todo el cine, se ruede donde se ruede.

Horacio Vázquez-Rial

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