sábado, 3 de abril de 2010

El mal ajeno (Óskar Santos, 2010)




Tras hacerlo muy bien con “Azuloscurocasinegro” y no tan bien con “Gordos”, Daniel Sánchez-Arévalo, guionista de “El mal ajeno”, demuestra que lo suyo es el drama. Esta vez ha construido una historia más sincera, lógica y real. Real a pesar de su premisa fantástica: tras estar a punto de morir y salvarse milagrosamente, un médico descubre que tiene el poder de sanar a las personas.
Y a pesar de ello es cercana y creíble porque Sánchez-Arévalo ha sabido poner en práctica la esencia de todas las historias: los personajes, sus comportamientos, entorno y emociones. Y todo lo demás es una excusa para lo anterior. Por eso “El mal ajeno” te introduce en ella, te hace parte de su trama, empatizas con sus personajes, sufres con ellos; porque esta película sabe llevar muy bien el mundo interno de sus protagonistas, se ha centrado en él, lo ha mimado, lo ha alimentado y lo ha hecho crecer y desarrollarse, como debería hacerse siempre. 

Aunque es cierto que en el camino se han dejado algunas lagunas. El personaje protagonista, encarnado por un muy acertado Eduardo Noriega, está muy bien definido y desarrollado, en detrimento de otros como  el de Angie Cepeda, personaje que resulta un misterio incluso al final. Asimismo, la relación del protagonista con el personaje de Belén Rueda está un poco cogida por los pelos, ya que no se ha sembrado lo suficiente como para que resulte creíble. Aun así, cada uno de los personajes han sido creados con acierto, a pesar de que, ciertamente, hayan sido escritos alrededor el principal, para completarle.
Pero esto último no es un defecto de guión, todo lo contrario; el hecho de que los secundarios sean meramente utilitarios hace que la trama cobre más sentido y ayuda a redondear la historia, a hacerla orgánica.
“El mal ajeno” es una película que no deja indiferente, pues es imposible aburrirse con ella, ya que provoca constantemente dudas, suposiciones, teorías, reflexiones… en el espectador. Y así deberían ser todas las películas, todas deberían hacer participar al público de la manera en que lo ha hecho ésta, ya que haces tuya la historia, la interiorizas, y por consiguiente la comprendes mejor en todos sus aspectos. Incluso llegas a empatizar con quien no empaliza, y ése es el juego de “El mal ajeno”.

En su debut, Óskar Santos ha sabido rodearse de buenos profesionales, consiguiendo un producto de calidad, muy notable y nada vergonzante para el cine español. Con películas así, vamos por buen camino.

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