miércoles, 6 de enero de 2010

El cine en 3D

A pesar de que algunas películas anteriores ya se habían estrenado en este formato, ha sido con Avatar cuando se ha empezado a hablar del 3D como el futuro del cine. Unos lo ven como la salvación y el aumento de espectadores, otros como un paso natural en el desarrollo del séptimo arte, pero yo no creo que sean ninguna de las dos cosas.

El 3D no es el flotador que va a ayudar a que la gente vaya más al cine. La gente  va al cine a ver historias, no a ver imágenes que parecen salir de la pantalla (y que ni siquiera son así realmente). Es cierto que Avatar está batiendo récords y que un mes después de su estreno la gente sigue haciendo cola para comprar la entrada, pero es gracias al márketing, al boca a boca y a la novedad del formato. Hay que recordar que ya con Titanic (del mismo director, por cierto) o con El Señor de los Anillos ocurrió lo mismo, y éstas se proyectaban en 2D. Por lo tanto, las razones por las que la gente va a ver Avatar son muy parecidas a las razones por las que fueron a ver otras.

El 3D no es,  a mi parecer, de ninguna manera, un paso natural en la evolución del cine. No se puede comparar el 3D con la llegada del color o del sonido. El color y el sonido cambiaron la forma de contar las historias y abrieron una serie de posibilidades artísticas y narrativas que, por ahora, las tres dimensiones no ofrecen.

La finalidad de una película es contar una historia, algo que le ocurre a uno o varios personajes. La historia es la esencia del cine. La historia acompañada de imágenes. Pero cuando la imagen sólo sirve para distraer al espectador de la historia, para intentar esconder un mal guión, entonces la imagen le está haciendo un flaco favor al cine. Y eso es el 3D. Este formato obliga a fijar casi toda la atención del espectador en la imagen, en cómo se ve, así que lo que ocurre en la película pasa desapercibido. Un plano bello o una fotografía tan bien construida que te da pistas de la historia, quedan aplastados y enterrados por un brazo que se sale de la pantalla, un mueble con el que parece que te vas a chocar... Eso es una involución muy peligrosa, no una evolución, como nos quieren hacer creer.

Además, ¿qué sentido tendría el 3D en una película intimista, de tono bajo, en la que lo que importa son los sentimientos y la transformación interna de los protagonistas? En esos casos, el 3D es innecesario. Por lo tanto, este formato es prescindible y limitado, ya que sólo es aplicable y "efectivo" en cine de animación, acción y ciencia ficción. Se trata, por tanto, de un formato prescindible, y al no ser aplicable a todo el cine en general, no se puede hablar de revolución, ya que no forma parte del séptimo arte en su totalidad, sólo de un trozo ( y su aplicación, como hemos visto, es cuestionable y prescindible).

Avatar, esa película que iba a ser tan revolucionaria, no es nada sin sus efectos especiales. Su guión es un encadenamiento de clichés, de una previsibilidad vergonzosa que no deja lugar a la sorpresa. Es una historia contada mil veces que no se han molestado en cambiar mínimamente. Es Pocahontas, literalmente, llevada al año 2154. Y Avatar, sin su imagen, no es nada. Y aquí con imagen no me refiero a la dirección, puesto que una buena dirección puede salvar una historia mediocre, con imagen me refiero a los efectos visuales, a Pandora. No se puede estar 10 años construyendo un universo como ése para luego incluirlo en una historia tan floja. No es justo ni equilibrado.

Pero qué vamos a esperar de una sociedad aburrida de todo que necesita experiencias cada vez más megalómanas para sentirse satisfecha. Sólo importa el entretenimiento, todo aquello que no obligue a pensar.

Y si a alguien le queda alguna duda de que el 3D no es más que un adorno, prueben a ver la misma película en 3D y en 2D. No cambia absolutamente nada. El 3D no enriquece ni lo más mínimo. Y además se ve mal.