martes, 17 de noviembre de 2009

Del amor abstraído y abstracto




Las mariposas del estómago no entienden de físico. Surgen, simplemente, cuando algo te choca, te convulsiona y te hace ser otra.
Un 14 de noviembre las mariposas vinieron a visitarme. Ya lo sospeché cuando, después de comer, una salió de mi boca. Más tarde, cuando la oscuridad cambia el sentido de la ciudad, me dirigí con nocturnidad  y alevosía al concierto de Love of Lesbian. Aprovechando mi pequeño tamaño me coloqué en el sitio que llevaba mi nombre y esperé, como si fuera virgen en esto de las multitudes sonoras.

La aparición de los lesbianos eclosionó el primer capullo estomacal. Grité, grité y grité allí donde todos los que estábamos solíamos gritar. Y como por arte de magia el resto de capullos se abrieron y las mariposas comenzaron a invadirme. Ellas, muy listas, me susurraban al oído que me estaba enamorando, pero evité esas verdades hasta que en el segundo asalto las palabras amplificadas me dejaron sin conciencia.

Transformada por mariposas ardientes en busca de una consumación inminente, tuve un brote esquizofrénico en el que me casé con Marlene, a la que le fui infiel con un amante guisante. Pero no estaba satisfecha, mi deseo se volvía insaciable, así que continuaba gritando, suplicando a John Boy que me hiciera el amor. Ay, cómo le amo. Cómo me amo.
Únicamente extrañé a mi gato, pero el sentirme imantada a pesar de no nombrarme hizo que dejara de maullar y me concentrara en mis cinco objetos de deseo: unos astronautas que le robaron las gafas de sol a Elton John.
Tras unos largos y satisfactorios preliminares, Love of Lesbian penetraron al público justo al final, donde se guarda todo lo bueno, cuando no lo esperas. Mis mariposas internas cantaban shiwa a coro mientras yo aspiraba el humo de algunas plantas y me mimetizaba con ellos. Si esto no es amor, no me merezco las agujetas de mañana.

Un día después los eché de menos como a un novio en la distancia, y como masoquista que soy, me regodeé en la tristeza que te viene cuando algo muy bueno ha terminado. Mi primera combustión. Sin dolor. Con mucho amor.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Retrospectivas




A veces puedes permitirte el lujo de soñar.  Y vives en los 60, en París. Te llamas Patricia, aunque sabes que en otra vida fuiste Cècile. Trabajas en el New York Herald Tribune y te vas con cualquiera que te haga caso, aunque finges hacerte la estrecha. Desde aquel verano ya no ves más en color, pero disimulas bajo una capa de desgana.
Puedes estar enamorada y al minuto siguiente traicionar a la mala copia francesa de Humphrey Bogart que es tu amante. Paseas por los Campos Elíseos y cuelgas láminas de famosos pintores en tu habitación alquilada, la última, de Renoir.
Te rodea una nueva ola, y quieres quedarte allí para siempre, pero lo nuevo sólo es nuevo temporalmente, y los 60 pasan, pero siempre te quedará la opción de mimetizarte con la imagen en movimiento de tu sueño cuando roces tu dedo pulgar con los labios.

sábado, 17 de octubre de 2009

De autómatas

La habitación se encuentra a oscuras, sólo iluminada por las palabras vacías de una caja que se sitúa frente a mí.
Me encuentro en un sofá, tirada como un trapo, como si mis músculos hubiesen devorado a mis huesos. La mirada fija, el pensamiento hueco, la boca entreabierta y la respiración pausada. Mis únicos movimientos son unos leves pestañeos programados y la hiperactividad de mi dedo pulgar que busca incansablemente el interruptor de mi cabeza.

Click. Me enciendo.

Le digo a mi sombra que eche un vistazo a la situación y me informe. “Qué vida más triste” me dice, o puede que sea yo quien lo haya pensado en voz alta. Rebobino la cinta que he grabado hoy y advierto que mi sombra tiene razón, que me asemejo a una máquina cuyos movimientos son inconscientes: despierto, estudio, como, estudio y observo desde la pasividad absoluta las tendencias caníbales de mis músculos.

Mis ojos se dirigen a una de las muchas cadenas que he ido haciendo en mis clases de manualidades: no me ha llamado. Hoy tampoco toca. Así que empiezo a pensar que la telepatía no es una buena forma de comunicación, o que entre mi cabeza y la tuya no hay cobertura, o que entre tu casa y la mía hay demasiada distancia para que mis llamadas calladas te lleguen. Aun así, no me atrevo a dar el paso de decir lo que mi mente te grita y el eco se niega a repetirte.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Antichrist -Lars von Trier- (2009)
























Título original: Antichrist
Dirección y guión: Lars von Trier
País: Francia, Italia, Alemania, Suecia, Polonia, Dinamarca
Año: 2009
Duración: 109 min.
Reparto: Willem Dafoe, Charlotte Gainsbourg



Según el director danés esta película ha servido para sobrellevar una depresión que arrastra desde hace tiempo. Tras verla, se llega a la conclusión de que no es recomendable hacer películas en ese estado.
En Anticristo, Lars von Trier hace un alarde de prepotencia al presentarnos la introducción y el epílogo de una manera prescindible y fuera de lugar. No era necesario ese alarde de buena dirección a cámara lenta y con esa música de fondo, como tampoco algunos primeros planos que recuerdan a una escena de Los idiotas (aunque en ese filme sí eran necesarios). El egocentrismo, en este caso, le puede al co-creador del Dogma 95.

Aparte de esas dos partes, el resto de la dirección, así como de los demás elementos del rodaje, están cuidados y en la línea de von Trier. No así el guión, puesto que parte de una historia que cada vez se va haciendo más retorcida hasta llegar a un punto en el que, sin saber porqué, todo da un giro de 180º. Falta, pues, una justificación del comportamiento de los personajes, y si la hay, se muestra confusa y da la sensación de constantes lagunas.

Anticristo no es una película de terror, y tampoco una película porno, como muchos han dicho. Lo que es cierto es que transmite un mensaje de misoginia que, a pesar de que el director negó que fuera así, se siente como tal. Las razones son que constantemente los planos y el guión nos hacen ponernos desde el punto de vista del personaje de Willem Dafoe, esto es, la película está contada desde el punto de vista masculino, y aunque no fuera su intención, a las pruebas anteriores me remito. Que esto sea así nos da una visión del personaje de Charlotte Gainsbourg (cuya actuación salva la película, a pesar de que la química entre ella y su compañero fuera nula, no son nada creíbles como pareja) de una loca que se deja llevar por las emociones y que carece de lógica.

Más vale que Lars von Trier se dedique a terminar su trilogía de los Estados Unidos que tan buen resultado le dio con Dogville y Manderlay y comience de una vez por todas a escribir el guión de Wasington (sin h).


jueves, 1 de octubre de 2009

Time of the season -The Zombies-

























El verano es amarillo y azul con toques de verde, huele a agua, a sol, a crema solar, a cloro, a hierba y a piel. El verano sabe a ensalada, a sandía, a sal, a limón y a tarta de cumpleaños. El verano suena a olas, a paseos, a sorber por pajita, al vuelo de un mosquito, y también el verano suena a Time of the season de The Zombies, o puede que al revés.

Ya al inicio del tema se viene a la mente sin poder evitarlo el recuerdo de una tarde seca, silenciosa y abrasadora. Esas tardes de sobremesa en las que las calles se vacían y el amarillo lo invade todo.
Segundos más tarde, la voz de Colin Blunstone nos traslada a un refrescante baño en un mar del sur cuyas olas mecen los cuerpos deseosos de descanso, esos baños que invitan a la reflexión y unen irremediablemente y de por vida al bañista y a las aguas que le acogen.

Time of the season es la banda sonora de una estación ansiada, alegre, renovadora, aquella que más recuerdos guarda, recuerdos y emociones que se vuelven presentes cada vez que se oye esta canción, por lo que es posible recrear un microverano de tres minutos y medio en el invierno más crudo, con la finalidad de calmar los fríos internos y dar la esperanza de la venida de una nueva tarde de verano.


miércoles, 30 de septiembre de 2009

La anulación del color a favor del argumento

















Los cineastas del cine en blanco y negro han llegado a adquirir unas cotas altísimas de perfección fotográfica, de contrastes entre luz y sombras y una sorprendente profesionalidad en el uso de la iluminación
Desde el momento en que el espectador percibe la pintura, sea del modo que fuese, ese modelo pictórico produce lo que se llama “efecto pintado”, que interfiere en la lectura del encuadre, debida al cruce de dos efectos de realidad distintos. Siempre es un predominio de la dimensión discursiva sobre la narrativa, entendiendo que la discursiva remite al lenguaje cinematográfico, a su estructura y a su unidad de producción. En su primera acepción como efecto pictórico, significa un verdadero efecto especial, puesto que trata de crear determinados efectos escenográficos. Es un medio al servicio de la representación cinematográfica, como por ejemplo la utilización del color en Antonioni o los fondos pintados de algunas películas de Hitchcock y Fellini.

En el cine clásico nada debe alterar el flujo narrativo, se trata de provocar la sorpresa en el espectador, resulta curioso que precisamente ese cine clásico sea en blanco y negro, no ya por la imposibilidad de rodar en color sino por la gran importancia que se le da al argumento. El color distrae al ojo del espectador de lo que realmente importa en la película, de su esencia, esto es, la historia que se pretende contar.
Para demostrar esto tan sólo hay que observar el efecto que los colores tienen sobre el cerebro humano; todos los tipos de colores usados en las películas recurren a las sensaciones que transmiten al cerebro para provocar emociones, lo que supondría un mecanismo artificial de crear sentimientos, frente al natural de las palabras. Por lo tanto, si queremos que el espectador esté totalmente concentrado en la historia deberemos eliminar todo lo superfluo, lo sobrante, lo que hasta inconscientemente pueda distraerlo, es decir, el color.

Puede asemejarse la monocromía del blanco y negro con cualquier otra armonía monocromática, aunque existe una diferencia fundamental: la segunda pretende provocar sensaciones a través del color, haciendo que se sientan emociones a través de los colores en lugar de por la historia.
Ejemplos de armonías monocromáticas los encontramos en las películas Largo domingo de noviazgo de Jean Pierre Jeunet, en la que se combinan monocromías cálidas y frías para las escenas de guerra y Lucía y el sexo de Julio Medem en la que se combinan colores claros y oscuros para simbolizar los sentimientos de los protagonistas.

La luz es un elemento imprescindible para el lenguaje cinematográfico. Sin luz no hay cine. La iluminación crea sombras, arrugas, rejuvenece o envejece, crea efectos psicológicos del personaje, en función de donde se coloque cambia la atmósfera de una película. En claroscuro está filmada, por ejemplo, El sur, de Victor Érice. En el cine en blanco y negro lograron algunos cineastas como Eisenstein o Fritz Lang dominar el mundo de luces y sombras, dando a la sombra carácter protagonista, utilizando con maestría el contraluz, el humo de hogueras y cigarros. La niebla y otros efectos se realizaban con fines estéticos, para enfatizar la luz y las sombras y no solamente con el fin de crear atmósferas y ambientes. La luz se convierte en protagonista en la película Lady Halcón de R. Donner, llegando al máximo en la secuencia final, en el eclipse, cuando al cambiar la luz por las sombras Lady Halcón se convierte, de halcón, en persona.
Un ejemplo es la utilización del color en cineastas de las últimas generaciones, como Spielberg, que filma en blanco y negro, o vuelve al blanco y negro tras filmar en color, mezclando algunos toques de color como el vestido rojo de una niña y las llamas de una vela en La lista de Schindler o determina el porcentaje de color al diez por ciento en Salvar al soldado Ryan, para crear la atmósfera de horror hacia la guerra.

Algunos puristas del cine afirman que el mejor cine es el antiguo, que a partir del año que ellos creen conveniente ya no se ha hecho buen cine, que tal director inventó todo lo que se puede inventar sobre tal o cual faceta de la cinematografía. Son afirmaciones tajantes, pero hechas en foros públicos ante aprendices o aficionados en formación, dan la sensación de que el cine ya hubiera dado las últimas boqueadas, de que los jóvenes realizadores ya no pueden aportar más al cine o de que las nuevas tecnologías han eliminado las posibilidades creativas.
La imagen cinematográfica es, en ciertos aspectos, heredera de la pictórica. Tras la llegada de la televisión, la publicidad y el vídeo, se ha dado un proceso imparable de banalización y pérdida de valor de la imagen.

martes, 29 de septiembre de 2009

ONCE -John Carrey- (2006)

























Dirección: John Carney
Intérpretes: Glen Hansard, Markéta Irglová, Bill Hodnett, Danuse Ktrestova, Marcella Plunkett.
Guión: John Carney
Música: Glen Hansard
Fotografía: Tim Fleming
Duración: 85 min.
País: Irlanda


Premiada en el festival de Sundance en el 2007, Once es un musical independiente que resume su esencia y su secreto en la sencillez. Una trama sencilla, unos personajes bien construidos, con un pasado bien ideado que influye en su presente y más tarde se reconvierte en futuro.

Once presenta una historia tan cercana que puede convertirse en la tuya. El realismo es algo destacado en la película, realismo que se ve subrayado por la abundancia de primeros planos y la fotografía, algo deficiente, que resalta el frío y gris paisaje tanto interno como externo que se nos presenta.

Pero si hay algo que verdaderamente es la base de la película, más allá de la sencillez y el realismo, es la sensibilidad. Cada escena está impregnada de sentimientos tan a la vista que parece que se pueden romper en cualquier momento. Sensibilidad en los diálogos, en las miradas de los protagonistas, sensibilidad en las canciones que describen el arco emocional por el que viajan. Unas canciones que son su marca y lo que permanece, la música que crea el recuerdo de la frágil y sensible historia de amor que se desarrolla en Once.



La sensibilidad hecha música:


lunes, 28 de septiembre de 2009

Propiedades del verde




- Es horizontal

- Si lo acaricias, te mojas

- Lo tienen tus ojos

- Reconforta los fríos internos

- Es el color de los sapos, que te alejan de los peligros del azul (por aquello de los príncipes) y al intentar perseguirlos en sus saltos burlones, te puedes encontrar a ti mismo

- Al cerrar los ojos y deletrear su nombre, llega la primavera

- Puedes bucear en él sin asfixiarte

- Huele a miradas abiertas

- La felicidad usa este color para vestirse

sábado, 26 de septiembre de 2009

ELI "PAPERBOY" REED & the true lovers -Roll with you- (2008)



 El soul no ha muerto. Y no me refiero a las aportaciones maquilladas de Amy Winehouse o Duffy, sino a un hombre sacado de otra época: Eli Paperboy.

Si Otis Redding levantara la cabeza se sorprendería al ver a un blanco tocando música negra de una manera tan pura. Eli paperboy se ha metido en la máquina del tiempo para aterrizar en el siglo XXI regalándonos nuevos temas de un soul con sonido oldie, ya que él no ha reinventado este género, ni lo ha vuelto a poner de moda, ni lo ha actualizado; Eli Paperboy ha resucitado el soul.

Y no le falta de nada. Voz portentosa, desgarrada, pasional, guitarras añejas con una potencia y sentimiento que no se escuchaba desde hacía mucho, temas nuevos con sabor antiguo... todo un conjunto que harían de él un artista digno de Motown, a pesar de no ser negro.

Pero una imagen mental no puede quedar completa sin escuchar una parte de su disco Roll with you. Haced un viaje por la máquina del tiempo:



miércoles, 23 de septiembre de 2009

DOLLS -Takeshi Kitano- (2002)




 Dirección y guión: Takeshi Kitano.
País: Japón.
Año: 2002.
Interpretación: Miho Kanno, Hidetoshi Nishijima, Tatsuya Mihashi, Kyôko Fukada, Tsutomo Takeshige, Chieko Matsubara.
Producción: Masayuki Mori y Takio Yoshida.
Música: Jô Hisaishi.
Fotografía: Katsumi Yanagishima.
Montaje: Takeshi Kitano.



Inspirada en las muñecas del teatro Bunraku, Dolls narra tres historias interrelacionadas que tienen en común el amor y la tristeza.
Apartándose de la violencia a la que nos tiene acostumbrados, Takeshi Kitano retrata otro tipo de violencia, mas allá de la física: la violencia del alma, aquella violencia que provoca el amor cuando se siente de la forma más cruda. Y lo hace a través de la poesía visual, retratando paisajes que se antojan pictóricos y haciendo palpable los sentimientos por definición abstractos.

La película se aleja en el terreno narrativo del modelo comercial, y abundan elipsis y flashbacks perfectamente construidos, así como la economía verbal, que deja paso a la imagen, una imagen que se diferencia de las anteriores películas del director japonés en su uso cromático, que pasa del protagonismo de colores fríos como el blanco o el azul a tonos más cálidos, en representación de las pasiones humanas. Takeshi Kitano utiliza el color para hacer un recorrido por las cuatro estaciones, en lo que parece ser un homenaje al Akira Kurosawa de los últimos tiempos.

Dolls es la poesía del dolor, el amor cobrando vida en la mirada perdida de una joven marchita que espera, el recuerdo de lo que pudo ser, la piel por encima de la mirada, dos amantes que vagan hasta el fin de sus días unidos por un lazo rojo atado a la cintura...


martes, 22 de septiembre de 2009

EL SÉPTIMO SELLO -Ingmar Bergman- (1957)

Dirección Ingmar Bergman
País Suecia
Año 1957
Producción Allan Ekelund
Guión Ingmar Bergman
Música Erik Nordgren
Fotografía Gunnar Fischer
Reparto Max von Sydow, Bibi Andersson, Gunnar Björnstrand, Bengkt Ekerot, Nils Poppe







El cine de Bergman siempre se ha caracterizado por su introspección y el tratamiento de los temas que más afectan al ser humano. En El Séptimo sello, Ingmar Bergman habla del existencialismo, de la eterna búsqueda del ser humano por darle sentido a su vida, de la vida y la muerte y de todo lo que ello conlleva.

Con el argumento de un caballero que regresa de las cruzadas y encuentra su comarca arrasada por la peste, este director sueco nos presenta la metáfora más elaborada acerca de la lucha del hombre contra un inevitable destino: una partida de ajedrez contra la muerte. En ella se irán desarrollando diferentes escenas en las que se esconden numerosas alusiones religiosas y filosóficas (no hay que olvidar que el título de la película hace referencia a la apertura de los siete sellos del libro al que se menciona en el Apocalipsis de San Juan, donde al abrir dicho sello comienzan a tocar los siete ángeles sus trompetas y a producirse desgracias sobre la tierra).

Con una sobresaliente escenografía, lo más destacado es el color y la luz que se tratan. El estar rodada en blanco y negro le supone una ventaja, pues logra contrastar la oscuridad de la muerte con la luz del caballero, los juglares, el matrimonio y el niño. Asimismo, esta dualidad se ve representada en las fichas del ajedrez, que intensifican la lucha entre lo blanco y lo negro, la vida y la muerte.

Como si de un libro con mensaje oculto se tratara, la película contiene numerosos símbolos y alegorías que requieren de más de un visionado para darle un significado completo al film; pero hay que destacar el mensaje final que nos ofrece, y que supone una presencia importante a lo largo de El Séptimo Sello: la muerte es lo único certero en la vida, es lo que nos hace a todos iguales, y muerte y vida van unidas irremediablemente, sin poder existir una sin la otra, lo que varía es la duración y el ingenio con el que se juega al ajedrez.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Cigarettes & Chocolate Milk o el coito auditivo -Rufus Wainwright-









Incluida en el disco Poses del artista neoyorkino-canadiense Rufus Wainwright, lanzado en el año 2002, con el sello Dreamworks. Esta canción evoca las sensaciones claves para el placer físico del oído de todo aquel que caiga rendido a su inevitable significado.



Cigarettes & Chocolate Milk comienza tímida, pero poco a poco se va volviendo sensual; se mueve despacio pero firme, luego retrocede en una especie de juego de seducción, aunque la timidez inicial ha quedado muy atrás.
Se olvidan las inhibiciones, las notas se agravan, los coros llegan y acarician con sus dedos la privilegiada voz. Es la hora de la contundencia, la pasión se intensifica y nuevos instrumentos con alma de voyeurs llaman a la puerta.

Los violines comienzan a masturbar a los oídos y la horizontalidad precede al piano, que da unos segundos de descanso al corazón acelerado. A pesar de la aparente suavidad de los movimientos, se presiente la llegada del momento culminante. Se desea que llegue, y la agonizante espera es tan dulce que el orgasmo nos pilla por sorpresa unos segundos antes del cuarto minuto. Los sentidos se expanden, el alma se eleva, los párpados caen.
El final de la canción se suaviza, descansa tras la sobredosis de placer, y termina en una dulce ensoñación que deja con ganas de más.

martes, 15 de septiembre de 2009

La Nouvelle Vague

 
Cuando el cine, a comienzos de los 60, comienza a perder fuerza y se vende al público amante de lo superficial, de lo fácil, de lo comercial, un grupo de críticos de la Cahiers du Cinéma crean el punto de inflexión y marcan la historia del cine creando una tendencia que influirá en el futuro al cine de autor. Una nueva ola ha llegado.
La nouvelle vague reúne todo lo indispensable para rechazar el cine para públicos generalistas. Amantes de directores como Hitchcock, André Bazin o Howard Hawks, aprenden de su exquisita realización para materializar la metáfora hecha cine.
El comienzo de esta ola va de la mano de François Truffaut, con su autobiográfica Los 400 Golpes, y de Alain Resnais con Hiroshima, mon amour, ambas estrenadas en 1959. Unos filmes no tan extravagantes como serían lo siguientes, pero lo suficientemente rompedores para marcar a toda una generación.
Planos de cortísima duración, posiciones de cámara antes nunca vistas, juegos de música y silencios e innumerables alusiones cinematográficas, hacen de estas películas en las que la imagen cobra protagonismo por encima del guión unas joyas de obligado visionado para cualquier amante del cine.
Godard, Resnais, Truffaut, Rivette, Rohmer, Chabrol y Melville reinventaron el concepto de cine de autor, y se convirtieron en realizadores alternativos, creadores de un arte sin límite, que supieron aprovechar todo lo que su cinefilia les ofrecía. 

lunes, 14 de septiembre de 2009

En la ciudad de Sylvia

Dirección y guión: José Luis Guerín.
Países:
España y Francia.
Año: 2007.
Duración: 90 min.
Género: Drama.
Interpretación: Pilar López de Ayala, Xavier Lafitte, Tanja Czichy, Laurence Cordier, Eric Dietrich, Charlotte Dupont.
Fotografía: Natasha Braier.
Montaje: Núria Esquerra.



Una película, como tantas otras, olvidada, ignorada, apartada de lo general, empequeñecida. Y esa es la sensación que produce al verla: algo pequeño, distinto, especial.

José Luis Guerín construye un film poético basado en miradas. Miradas de curiosidad, miradas cómplices, pero sobre todo, miradas de búsqueda. Una búsqueda silenciosa que se basa en movimientos de cámara horizontales, en la alternancia de planos cerrados y abiertos, en una increíble profundidad de campo que permite indagar en las conversaciones de todo aquel que se rinde ante el enfoque.
Las caras de las personas se vuelven protagonistas, y hacen partícipe al espectador, que tiene la posibilidad de imaginar las microhistorias que le ocurren a los visitantes del café.

La ausencia casi total de diálogos hace de ella una película introspectiva, que permite diferentes puntos de vista, que convergen en uno solo cuando dejan de aparecer caras para centrarse sólo en una. En ella. En el objetivo de la búsqueda del protagonista. Su laberíntico deseo se hace palpable en la lenta pero tensa persecución de Silvia, una finalidad luminosa, limpia, clara, como nos muestra su fotografía.

“En la ciudad de Silvia” es una metáfora de la búsqueda del amor definitivo, que comienza muy general para centrarse más tarde en una única persona, que parece, casi con seguridad, ser lo que buscas. El final nos da la solución de esta metáfora, una solución demasiado parecida a la vida real.




domingo, 13 de septiembre de 2009